En las últimas informaciones de algunos medios de comunicación se señalaba que la Fórmula 1 ya no interesaba como antes porque “ganan unos desconocidos”. Torpe, falsa, sesgada y resentida información que se ajusta escasamente con la realidad: quizá el equipo Brawn GP sea debutante en las pistas de Fórmula 1 y virgen en ganar carreras, pero quien se esconde detrás es gente con una amplia experiencia cuya veteranía es de sobra conocida por los verdaderos aficionados. Sólo entre los tres principales protagonistas (sus dos pilotos y el jefe del equipo) suman casi medio siglo de experiencia en Fórmula 1. ¿Quién dijo “desconocidos”? Así se forja el milagro de Brawn GP.
Brawn-Mercedes, el Hummer de la Fórmula 1
Mónaco era una prueba especial para Brawn GP: ¿eran tan versátiles y estaban tan preparados para ganar en las infernales calles monegascas? De ser así, confirmarían su total supremacía sobre cualquier terreno: en el amplio y empapado asfalto de Sepang, en el caluroso y conocido trazado de Montmeló, en el técnico autódromo urbano de Melbourne, en el desierto de Bahréin… Y lo consiguieron. El chasis Honda y el motor Mercedes, en las manos de Ross Brawn, se convierten en una especie de Hummer, un todoterreno capaz de comerse kilómetros sin inmutarse. La experiencia de sus dos pilotos hace el resto.
A la caza de Schumacher
De seguir en su línea, Jenson Button no sólo ganará el título mundial de 2009, sino que es una seria amenaza al récord de Michael Schumacher de trece victorias en el campeonato de 2004. En aquellos días rojos de gloria en Maranello, Michael Schumacher se bañaba tan a menudo en champagne que su mono olía siempre a victoria. En aquella temporada de dieciocho carreras, Michael las ganó todas menos Mónaco, Bélgica, Italia, China, Japón y Brasil. Pero a estas alturas del año, por entonces, Michael Schumacher tenía menos puntos que los que hoy tiene Jenson Button. El alemán sumaba cincuenta, mientras que el británico ya posee cincuenta y uno. Y eso que el piloto de Brawn sumó la mitad de puntos (sólo cinco) en Malasia, a pesar de haber ganado, porque no se completó la distancia reglamentaria. En ambas situaciones hay algo que no cambia: Rubens Barrichello sigue siendo un escudero a más de diez puntos de su compañero de equipo. El brasileño simpático, sin embargo, tiene otra energía, otro brillo en los ojos, otra ilusión, pues mientras que en Ferrari se le prohibía literalmente batallar contra el todopoderoso alemán, esta vez tiene vía libre para intentar alcanzar a Button, aunque de momento no lo consiga.
Ross Brawn, el estratega
Para los aficionados que sigan la Fórmula desde, por lo menos, finales del siglo pasado, Ross Brawn fue la pieza clave en la carrera meteórica de Schumacher en la Scudería. Vestido impecablemente de rojo, era en buena medida el complemento perfecto desde boxes a la maestría del alemán. Director técnico de Ferrari de 1997 hasta 2006, donde logró cinco campeonatos mundiales. Pero para quienes sigan la Fórmula 1 desde bastantes años antes, Brawn no tiene un equipo al que serle especialmente fiel: ha pasado por Williams, Lotus, Lola, Arrows y Benetton. Su debut en este deporte se remonta a 1978, cuando pasó de mecánico de Frank Williams a especialista en el túnel del viento. Tras su período en Williams, Lola y Arrows, pasó un breve tiempo en la división deportiva de Jaguar, desde 1989, donde desarrolló el XJR14, que ganó el campeonato Sportscar de 1991.
La perfecta compenetración con un piloto de Fórmula 1 iba encaminada cuando fichó en 1991 por Benetton. Tres años más tarde ganaría el título mundial de la mano de Michael Schumaher. Ambos se entendieron perfectamente desde el principio, y entablaron una relación profesional que les llevó a repetir al año siguiente. Cuando el alemán fichó por Ferrari en 1996, Ross tardó sólo un año en seguir sus pasos: a finales de esta temporada anunció su incorporación a la plantilla de Maranello para la temporada 1997. Juntos cortejaron el título mundial, algo impensable en Ferrari tras las desastrosas últimas temporadas y la sequía de victorias que secó las gargantas de sus aficionados durante años. La ilusión regresó a los tifosi, que vieron en Brawn y Schumacher la solución a sus desgracias. Sólo dos años después, Ferrari era campeón del mundo de constructores. Al año siguiente se inició la racha de cinco mundiales consecutivos de Schumacher, hasta 2004. En el éxito de entonces habría que añadir muchos otros nombres, como Jean Todt (jefe de equipo) o Rory Byrne (jefe de diseño), pero la función de Brawn, como estratega y artífice de grandes jugadas maestras, siempre quedará en el recuerdo.
Cuando llegó a Honda en 2008, todo era muy diferente a hoy: la presión y la escasez de resultados minaron su reputación. Pero él siguió en la sombra, con su proyecto, paso a paso, hasta construir un equipo propio. Todos esos años, todas esas décadas, toda esa experiencia se la ha llevado ahora a su propio equipo. Triunfar era sólo cuestión de tiempo.
Jenson Button, el capitán
El actual líder del mundial de Fórmula 1 quizá sólo había ganado una vez en el pasado (Gran Premio de Hungría de 2006), pero no es nuevo en este mundillo; de hecho, es el cuarto piloto en activo que más carreras ha disputado: ciento sesenta y seis (Barrichello gana con doscientas setenta y siete, seguido de Fisichella con doscientas veinte y Trulli con doscientas ocho). Junto con Heidfeld, es el cuarto piloto más veterano por años (debutó en 2000); todos los campeones mundiales actuales (Alonso, Räikkönen y Hamilton) debutaron después que él. Así que… de desconocido, nada.
Jenson ha pasado por Williams, Benetton (más tarde Renault) y BAR (más tarde Honda). En todas las carreras llamaba la atención, pero siempre fue el eterno aspirante a nada. Sus actuaciones se diluían sin ruido, sin pena ni gloria, sin lograr nunca casi nada, unas veces por mala suerte, otras no. El paso de los años sólo le perjudicaba y daba más carnaza a quienes le veían como un simple lastre en los coches que pilotaba, incapaz de firmar un adelantamiento espectacular, una carrera inolvidable o una maniobra original. Pero él permaneció impasible a las críticas, creyendo en si mismo, a la sombra, hasta que la suerte se puso de su lado. ¿Cómo imaginar que la retirada del equipo que la había fichado, Honda, propiciaría precisamente su mejor período en Fórmula 1? Cuando Ross Brawn compró el chasis del RA108 y formó su propia escudería, mantuvo a dos de los pilotos más veteranos de la parrilla. Él era uno. Cuando la alianza con Mercedes dio sus frutos y los Brawn despuntaron sobre el resto en los entrenamientos de Melbourne, ya en 2009, al fin, sonrió. Por fin, el sol salía para él. El camino fue largo, pero la recompensa le esperaba al final. Quizá no bata ningún récord de precocidad, pero ¿qué más da cuando se es campeón del mundo?
Barrichello, el eterno escudero
Los abrazos entre Barrichelo y su gente en el box de Jordan durante los entrenamientos del Gran Premio de Bélgica de 1993 (al lograr una inesperada e inexperta “pole position”) prometían una carrera profesional cargada de satisfacciones. No fue así. El brasileño hace números hoy, más de quince años después, y no le salen las cuentas: casi doscientas ochenta carreras y “sólo” nueve victorias. “Sólo”, entrecomillas. No es que el número de carreras implique necesariamente más victorias, pero cuando uno ha pasado por Ferrari en plena época dorada del nuevo milenio, quizá sí que espera más satisfacciones. Pero algunas le fueron literalmente robadas en post de un bien común en Maranello llamado Michael Schumacher, cuando las órdenes de equipo no sólo estaban permitidas, sino que formaban parte de la filosofía de la Fórmula 1. Rubens acabó harto del favoritismo hacia su compañero de equipo, así que lo abandonó en 2006. Fichó por Honda, donde logró tres podios en 2006, pero ninguno más en las dos temporadas siguientes. La desesperación le hizo declarar que se arrepentía de haberse ido de Ferrari, cuando el motor del gigante japonés dejó de impulsarle con las expectativas que tenía. Y es que aún no sabía que sólo dos años más tarde viviría su segunda juventud.
A estas alturas, Rubens no es un novato ni un desconocido; lo ha vivido casi todo: las luchas en el fondo del pelotón en Jordan, en 1993; la siempre fría y oscura cara de la muerte en su terrible accidente en Imola en 1994 (donde además tuvo que decir adiós a su amigo y compatriota Ayrton Senna); el sabor del champagne del podio en sus primeros resultados (tercero en Australia 1994 y segundo en Canadá 1995); el borde de la jubilación forzosa tras el anuncio de la retirada de Honda en 2008; y finalmente una segunda oportunidad en la actualidad. Una segunda oportunidad que, asegura, no piensa desperdiciar, y promete luchar contra su propio compañero de equipo siempre que pueda, hasta el final, para arrebatarle la victoria. Y uno puede vislumbrar en esa sonrisa sincera el mismo piloto con fuerzas que en Spa lograba su primera posición en parrilla, aunque la perdiera nada más encenderse el semáforo verde de la carrera. Esta vez, el semáforo luce a su favor.
Mercedes, el corazón
La unión entre Brawn y Mercedes no podía comenzar de mejor manera. Seis monoplazas llevan este año el motor alemán, pero sólo dos han logrado llegar al podio: los Brawn. Ni siquiera McLaren, asociados a Mercedes y campeones del mundo en 2008, han podido competir contra Ross. Mercedes tampoco es nueva en esto de la Fórmula 1, ni mucho menos, pues es el segundo fabricante por número de años disputados, tras Ferrari. Los corazones alemanes han movido este deporte a lo largo de las décadas con grandes éxitos y actuaciones inolvidables. Además, esta temporada firman un nuevo récord, no sólo porque un mismo motor ha completado tres carreras consecutivas sin desfallecer, sino porque lo ha hecho en la primera posición. ¿Quién dijo que estamos ante unos novatos?
La veteranía de unos debutantes
Así pues, quizá a algunos les extrañe ver a un equipo llamado Brawn GP ganar y ganar carreras, pero de inexperto o novato tiene poco. El milagro de Brawn se basa en la constancia, la experiencia, la profesionalidad y la unión de varios elementos que, combinados, funcionan a la perfección. La ilusión, unas dosis de picardía e inteligencia y el trabajo duro completan un milagro que tardará en olvidarse. Como tampoco se olvidó en su día a Lotus, Cooper, Brabham, March o Tyreel. Por mucho que se empeñen algunos en desprestigiar la magia de la Fórmula 1, una magia hecha de variedad, de colorido, de nombres que entran, que salen, que cambian… Aunque los mitos como Ferrari o McLaren permanezcan, siempre habrá épocas, períodos y temporadas en las que no ganarán ellos. Y quien se escandalice por eso es que lleva tan poco tiempo siguiendo este apasionante deporte que sólo lo ve en monocolor. Craso error.